Cuentecillo para dormir a un gatito bebé…

Había una vez un bello gatito (así como tú) que se deleitaba en esconderse en los altos pastos y olisquear las flores que le regalaba la Naturaleza, compartiendo todo ésto con sus hermanitos de camada. Brincaba, saltaba, corría, cazaba (o lo 581809_10151462534019570_905508168_nintentaba) a sus anchas, para terminar rendido en su guarida, calentada por su madre, de la cual aún mamaba su alimento.

Cierto día, una humana (después supo que era una humana) lo encontró y admiró, a pesar de estar sucio y lleno de pulgas y con su pancita hinchada por los parásitos. Lo llevó junto con sus hermanos a su casa, lo bañó, lo despulgó y alimentó con amor, esmero y respeto, y les permitió a él y a sus hermanitos jugar con más gatos; cierto día, lo llevó con otro humano que lo revisó de nariz a cola, le puso dos inyecciones, le dió una pastillita (soplándole en su naricilla para que la tragara) y le hizo dormir con un trapito. Al despertar, no se sintió diferente ni especial, solamente un poco adolorido.

Un día, llegó un humano grandote, que al verte te cargó, te vió y dijo “éste es”…, la humana que te cuidó durante un tiempo te cargó, te metió a un auto y te entregó al humano grandote. “Ésta es tu nueva casa”, te dijo. De repente te diste cuenta que había más gatos, unos grandes y fuertes, otros jóvenes y juguetones, y también muchas cajas, espacios para esconderte y cazar, oportunidades de jugar y aprender, pero sobre todo, mucho calor, mucha comida y muchos amiguitos nuevos.

Aún no hay un “final feliz”, por que aún eres bebé, pero de tí depende que seas un gato grande y hermoso, orgullo de tu nueva familia y complemento de aquéllos a quienes ahora llamas tus hermanos. Vive bien, sé feliz, crece grande y fuerte, y sobre todo, prodiga tanto amor como el que recibes.

Así sea.

(Dedicado a Osiris y a todos los rescatadores, protectores y personas que hacen de la vida de un pequeño animalito algo un poco mejor y diferente a lo que debería haber sido)

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