Kilos, medios kilos, cuartitos...

Como cualquier otro día común, corriente, normal y sin nada especial, Francisco llegó a su casa, arrojó los zapatos, se quitó el saco, se aflojó la corbata antes de quitársela con gesto hastiado y se dirigió al baño a satisfacer la apremiante necesidad de deshacerse de todo el líquido ingerido en la tarde, tazas y más tazas de café negro, casi sin azúcar, fuerte, pesado, cafeína líquida que le permiten a sus neuronas esforzarse al máximo para rendir en su trabajo de programador. Los jeans y la camiseta que viste después de salir y dirigirse a su recámara le hacen sentirse cómodo, relajado y en casa, por fin en casa; pero ahora surge una nueva necesidad. Distribuir entre los perros callejeros y gatos ferales de su barrio los kilos, los medios kilos y los cuartitos de carne que habitualmente, cada noche desde hace muchos años les ha repartido con toda la buena intención de que es capaz una persona que ama a los animales profundamente, tan profundamente como odia a los seres humanos que lo rodean, atosigan y malmiran...

Se aproxima al refrigerador, seleccionando de su contenido la ración que ésta noche repartirá entre sus peludos comensales, notando no sin contrariedad que al menos queda carne para un par de días, tal vez cuatro o cinco. Al estar congelada y para facilitar su consumo a algunos de los perros y gatos que han perdido la capacidad masticatoria debido a la pérdida de dientes, la calienta en el horno de microondas, para posteriormente ablandarla con el macerador y molerla para darle una consistencia mucho más suave e ingerible. Le preocupa grandemente la posibilidad de que la tierna carne se termine antes de poder adquirir más, pero éso no presenta mayor problema, piensa para sus adentros, "de donde salió, se puede obtener más todavía", socarronamente se dice a sí mismo.

Sale de casa a hacer su ronda, puntual como reloj suizo en la muñeca de un lord inglés, 22:00 a hacer la ronda de alimentación que no le llevará más de una hora, en un recorrido trazado gracias a la experiencia de años de realizarlo cada noche. Conoce a cada perro, gato, rata que acuden puntuales a la cita alimentaria, a saciar su hambre con el kilo, el medio kilo, el cuartito de carne amorosamente dispuesto en el estratégico sitio en que sabe que el consumidor se acercará a engullirla y alimentarse. ¿Qué sería de éstas pobres criaturas sin voz cuando Francisco no pueda cumplir su altruista labor? No es momento de pensar en éso, reflexiona mientras acaricia a un enorme perro canelo, casi del tamaño de un mastín napolitano, más musculoso, nervudo y fuerte, casi como un pastor alemán o un doberman bien entrenado; sabe que es el macho alfa de la jauría que constantemente patrulla la colonia y que convenientemente esterilizado al igual que los perros y gatos que constantemente cuida se ha desarrollado a un tamaño más que normal.

Terminada la ronda, regresa a casa a revisar su correo electrónico, al igual que la noche anterior y la anterior y antes que éstas, la anterior. Google+ yFacebook también son escudriñadas en busca de noticias, personas, personajes, chistes, imágenes graciosas, tiernas y algunas francamente deleznables por su crueldad y sadismo hacia los animales, pobres criaturas que no pueden defenderse ni tienen voz para expresarse. Para éso está Francisco, para ayudar y solucionar un problema creciente, aportando un pequeño pedacito de ternura y alimentación. Apaga su laptop, y antes de dirigirse a dormir, envía el SMS que le permitirá continuar con su labor, a ése bastardo que acosa a su amiga, citándolo por fin en el lugar preciso, a la hora indicada y con la motivación adecuada para convertir su atlético, musculoso y bien formado cuerpo de físicoculturista en los kilos, medios kilos y cuartitos de carne que tanto necesitan y requieren los bellos animales que tanto trabajo le cuesta cuidar.

Lo mejor de ambos mundos, piensa para sí, librar al mundo de una escoria, alimentar a los desamparados y satisfacer su necesidad de sangre y matanza.

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