¿Y cómo para qué quiero un iPad?
O para el mismo caso, un iPod o un iPhone...; ¡¡rayos!!, no quería hablar de mi absurda necesidad de estar evaluando continuamente los aparatos que nos rodean, ésa fruición de poner en la balanza las características de las cosas comparándolas mentalmente con otras, discriminando y seleccionando. Un poquitín de historia. Cuando salieron los primeros iPod, fueron la sensación; un reproductor de música autocontenido no más grande que tus dedos, aunque el sonido fuera bastante deficiente. Después de un par de apariciones estelarísimas en películas ( Échenle un vistazo a "Scary Movie IV" y a "The Game", película inglesa sobre los 'emos' ), se fueron moviendo y evolucionando hasta que llegamos al iPod que se conecta a internet, que te permite jugar, escuchar música, leer, o hacer lo que sea, menos olvidarlo en casa. De ahí, pasamos al iPhone, el mamotreto ( (Del lat. tardío mammothreptus, y este del gr. tardío μαμμόθρεπτος, literalmente, 'criado por su abuela&